A mi amigo Bambi (in memoriam)

Bambi no era un perro de raza. Tampoco era un perro de pedigrí. Estoy convencido que él tampoco quería serlo. Le bastaba con ser ese perro anónimo que pasaba desapercibido para esos que sabían de razas y pedigrís, y que valoran más a los canes por su apariencia que por su corazón.

Bambi nació de padre callejero y por eso su gran pasión por la calle. Para él darse su “vueltita” por la calle cada vez que le abríamos la puerta del garaje era como ver el cielo abierto. Salía disparado, sin apenas saludar, pues lo primero para él era “regar” las esquinas y esas cosas que hacen los perros cada vez que salen a revisar sus dominios.

Llegó a casa con forma de bolita de gofio, pequeñito, frágil y torpe en sus andares. Casi le ponemos ese nombre, pero no sé bien por qué le llamamos Bambi, a lo mejor por la cara de buena gente que tenía el cervatillo de la película de Disney, espejo casi de la suya.

Se fue como vino, sin hacer ruído, sin armar aspavientos y sin reclamarnos nada, pues creo que le dimos en vida todo lo que se le puede dar a una mascota. Quizás sea esto lo único que nos haga sentirnos reconfortados.

Y la mascota se convirtió en uno más de la familia, casi sin darnos cuenta, pues si hay cosas que tienen las mascotas es que te encariñas con ellas a veces más que con un familiar cercano. En casa siempre le contábamos con el quinto de la familia, pues aparte de tener que satisfacer como uno más sus necesidades vitales (comida, agua, médico, aseo, etc.), el cariño que nos daba hacía que le viéramos como otro miembro. Siempre nos devolvía con creces lo que le dábamos.

A veces me miraba fijamente con sus profundos ojos marrones y sentía como si me hablara. Solo le faltaba eso, articular palabras. Recuerdo una vez que le dejamos en el veterinario porque lo operaron de la tripa. ¡No sentirse estremecido por la mirada que nos dedicó aquel día era no tener corazón para darse cuenta de todas las preguntas que nos estaba haciendo!.

Era un perro fiel, cariñoso, noble y siempre estaba de buen humor. Cuando salíamos a caminar le gustaba ir por delante de mí, como para reconocer el camino. Lo perdía de vista en las curvas pero de repente se asomaba para asegurarse que yo venía ahí, detrás de él.

Bambi no daba la pata, tampoco saltaba obstáculos, solamente se tumbaba en el suelo boca arriba para que le rascaran. Juntaba sus patas y pedía más, hasta que uno de los dos se cansara. Corría detrás de su vieja pelota de tenis desgastada, hasta que le compramos una que hacía ruido. Esta fue su última debilidad.

Resumir la vida de un perro puede resultar fácil, pues éstos no tienen que estudiar, ni buscar trabajo, no tienen hipoteca, ni saben de fútbol o de libros, solamente viven para sus dueños. Quien ha tenido uno sabe perfectamente que se podría llenar libros enteros contando cosas sobre ellos, pues casi sin darnos cuenta, están presentes en todas aquellas cosas dignas de ser contadas en nuestra vida.

¿Quién no ha pasado buenos momentos jugando con su perro? ¿Quién no ha sufrido cuando se han enfermado? ¿Quién no ha sentido el calor de una mirada, de un gesto, de un ladrido? ¿Quién puede hablar mal de su mascota?

Bambi ya no está con nosotros. Se fue a un cielo que hay para perros y allí nos esperará con su vieja pelota, con el cariño que siempre nos dio y con la alegría de vivir que siempre tuvo.

Descansa en paz, querido amigo. Te echaremos de menos.

 

(P.d) Podría haberte escrito muchas más cosas, pero esas, si me lo permites, prefiero que nos la guardemos para compartirlas solo tú y yo cuando nos encontremos en alguna estrella)

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2 respuestas a A mi amigo Bambi (in memoriam)

  1. Emilio Falcón dijo:

    Siento mucho vuestra pérdida. Con tus palabras acabas de describir todo el amor que se puede llegar a sentir por uno de estos «bichitos». Si Bambi, pudiese hablar, seguro que no pararía de decir lo orgulloso que está de su familia.
    Un saludo.

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